La bomba de Hitler

Es tiempo para el recuerdo. La Segunda Guerra Mundial, además de acabar con la vida de unos 50 millones de seres humanos, dejó una serie de consecuencias importantísimas para nuestros días y fue determinante en la configuración de nuestro mundo actual.

Continuamente se sigue recordando la segunda gran guerra del siglo XX: hace unos meses se rememoraba el momento en el que los aliados desembarcaban en Normandía, reconquistando la Europa continental ocupada por los nazis. En Israel se ha inaugurado no hace mucho un museo que recuerda el Holocausto, con la intención de que no olvidemos lo que pasó a millones de judíos, homosexuales, comunistas y demás “desviados” de la norma nacionalsocialista. La película “El Hundimiento” recrea los últimos días antes de la caída de Berlín y el escritor británico Antony Beevor sigue cosechando éxitos con su imponente recreación de episodios fundamentales de la contienda.

Ahora es el historiador Reiner Karlsch quien asegura en un trabajo de investigación que la Alemania del Tercer Reich logró desarrollar la bomba atómica, aunque lo hizo demasiado tarde. Así, científicos alemanes habrían logrado llevar a cabo con éxito tres pruebas nucleares en Turingia y en la isla de Rügen

La hipótesis de Karlsch pone en revisión la versión oficial comúnmente aceptada por la historiografía oficiosa: aunque alemanes intentaron desarrollar una bomba atómica, siempre estuvieron muy lejos de conseguirlo.

El arma definitiva

Siempre se ha señalado el sabotaje de la central de Telemark como un hito que ayudó a acabar con las esperanzas alemanas en conseguir la bomba. En esta zona de la Noruega ocupada por los nazis se encontraba la central hidroeléctrica de Norsk Hydro, que había sido adaptada para la producción de óxido de deuterio, la famosa “agua pesada” tan necesaria para la producción de la siniestra bomba.

Más allá de esa operación, no parece haber nada definitivamente demostrado en torno a la capacidad atómica del Tercer Reich. Tradicionalmente se han achacado a la propaganda de Goebbels o a un simple mecanismo de defensa mental -la esperanza es lo último que se pierde- los rumores que sobre un arma definitiva corrían por la Alemanía rodeada y claudicante. Esos rumores han seguido dando que hablar hasta nuestros días, generando todo tipo de especulaciones, algunas de las cuales apuntaban, efectivamente, a una explosión atómica en Rügen.

Ahora, la hipótesis de este historiador alemán traen aire fresco a la siempre necesaria revisión de nuestro pasado. Karlsch parece aportar nuevos testimonios de testigos y documentos de la inteligencia soviética. Algo de agradecer en un tema quizás demasiado influenciado por todo lo que en su día afirmaron Louis Pauwels y Jacques Bergier en su mítico “El retorno de los brujos”. Historias que han sido repetidas y recocinadas en demasiadas ocasiones, la mayoría de las veces sin el necesario ejercicio de contrastación .

Las consecuencias de aquella fatídica guerra no cambiarían en nada si algún día se lograra confirmar la hipótesis de trabajo de Karlsch. El arma atómica quedó bajo el control de los aliados, como bien recuerdan especialmente los habitantes de Hiroshima y Nagasaki. Pero sin duda supondría un nuevo paso hacia el esclarecimiento del debate histórico referente al desarrollo científico de la Alemania nacionalsocialista y a su posterior reciclaje y aprovechamiento por parte de los aliados.

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