Alí Bey, al servicio de sus majestades

A comienzos del siglo XIX un viajero ilustrado español exploró varios países musulmanes haciéndose pasar por un fiel del Islam. Dos siglos después, otro español afincado en Marruecos ha seguido sus huellas y ha traducido en su integridad el texto original de 1814 en el que se recoge esa gran aventura.

El ilustrado español Domingo Badía y Leblich comenzó su largo periplo en 1803. Para poder acceder con más facilidad a la cultura y costumbres de esos países, Domingo Badía se inventó un personaje que interpretó con maestría durante muchos años y con el que probablemente llegó a fundirse en cuerpo y alma: el príncipe Alí Bey, descendiente de la dinastía de los abbasíes, aunque educado en Europa. De esa manera pudo acceder a lugares sagrados vetados a los infieles, como el propio santuario de la Kaaba, en la Meca. Su alegada educación en Europa le permitió disimular las posibles carencias en lo que respecta al idioma árabe y la cultura islámica.

A Roger Mimó, que ha seguido sus pasos, no le ha hecho falta fingir ser musulmán, ya que hace unos años abrazó la fe predicada por Mahoma. Para acceder a la Meca solo tuvo que presentar su solicitud como peregrino y tramitarla a través de una agencia de viajes marroquí. Curiosamente, el único sitio visitado por Domingo Badía al que no pudo acceder Mimó fue Trípoli, ya que no le concedieron el visado para entrar en Libia. De esta forma, Mimó siguió el recorrido del ilustrado decimonónico a lo largo de países como Túnez, Chipre, Egipto, Jordania o Siria.

Mimó ha sido también el encargado de editar los tres tomos que recogen el texto completo de los viajes de Alí Bey, con una nueva traducción del original en francés y acompañado de mapas y fotografías actuales de los lugares visitados por el ilustre personaje. La obra ha sido publicada por la editorial granadina Almed.

El viaje de Domimgo Badía fue financiado por Manuel Godoy, primer ministro de Carlos IV, con la condición de llevar a su vez una misión política. De este modo, Alí Bey intentó favorecer los intereses comerciales de España en Marruecos. Este hecho, sin embargo, se ha convertido en una pesada losa en la biografía de Alí Bey, que en muchas ocasiones ha sido considerado como un simple espía a servicio de las coronas de España y Francia.

El responsable de esta nueva edición de los viajes de Alí Bey cree que la imagen que presenta al personaje ideado por Badía como un simple espía no se sostiene. En su opinión, la figura del espía ha ocultado lo más importe: su trabajo como científico ilustrado.

“Alí Bey es un personaje mal comprendido y envuelto en mitos, fruto de las interpretaciones interesadas que se han hecho desde diferentes líneas ideológicas a lo largo de la historia”, explica Mimó.

“Si aceptó una misión propia de un espía fue básicamente para poder llevar a cabo el viaje científico y de exploración con el que soñaba, y si adoptó la falsa personalidad de un príncipe oriental fue porque de otro modo no habría podido llegar a ninguno de los lugares a los que llegó”, concluye Mimó.

Tras la invasión de la península por parte de las tropas napoleónicas, en 1808 el estudioso español se ofreció a Napoleón para poder continuar con su trabajo de documentación a través de todo el mundo musulmán. Dada su condición de afrancesado, tuvo que huir de España tras la subida al trono de Fernando VII.

Alí Bey murió en el desierto de Siria en el transcurso de un nuevo periplo, esta vez bajo el patrocinio del rey francés Luis XVIII. A día de hoy las circunstancias de su muerte no han sido aclaradas del todo. Según Mimó, Alí Bey llegó enfermo a Damasco y, para su desdicha, no encontró al médico francés con quien había trabado amistad en el primer viaje. “Esto le obligó a ponerse en manos de otro doctor en el que no tenía confianza”,  relata este especialista. “Viendo que su salud empeoraba y sospechando del medicamento que le habían administrado, mandó una muestra a París para ser analizada”.

Alí Bey estaba decidido a continuar su marcha hacia La Meca, pero perdería la ocasión de realizar por segunda vez el peregrinaje si dejaba partir la caravana, que solo se formaba una vez al año. Sin embargo, la vida de este viajero y aventurero llegó a su fin pocos días después, en pleno desierto. “Es probable que la muerte fuera provocada por la propia enfermedad, agravada por el cansancio del viaje”, aclara Mimó.

Al parecer, y siguiendo la información aportada por la escritora y orientalista Patricia Almárcegui, el resultado del análisis efectuado en París meses después fue concluyente: los comprimidos no contenían veneno alguno. La muerte, casi siempre inesperada y traidora, sorprendió a Domingo Badía y Leblich, más conocido como el príncipe Alí Bey, en el desierto que tanto amaba.

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