Durante las últimas semanas ha aumentado considerablemente la actividad ovni en Irán. Según informan medios de comunicación iraníes, los objetos parecen mostrar especial predilección por las instalaciones nucleares del país que separa Irak y Afganistán.
No es la primera vez que ocurre algo así. Hacia mayo de 2004, coincidiendo con la difusión mundial de la filmación de ovnis en México, llegaron también informaciones sobre casuística ovni en el Golfo Pérsico.
Para contrastar esas informaciones me puse en contacto con un esperantista iraní, quien me confirmó que esos casos estaban provocando una gran polémica en el país. El debate me resultaba extremadamente familiar. Según me relataba el propio Amir, mientras algunos hablaban de extraterrestres, otros señalaban como culpables de las observaciones a aviones de reconocimiento de potencias extranjeras. Aunque existía una tercera opinión que, cómo no, achacaba los avistamientos a un todo clásico: nuestro querido Venus, el planeta más polifacético, bailarín y juguetón del firmamento.
En el punto de mira
Somos muchos los que creemos que detrás de los casos ovni no atribuibles a causas naturales se encuentran tecnologías terrestres no declaradas. Especialmente aviones de espionaje y reconocimiento, así como prototipos secretos que no serán de dominio público hasta dentro de muchos años, cuando queden prácticamente obsoletos y hayan sido sustituidos por nuevas tecnologías. Unas tecnologías que, presumiblemente, actuarán a su vez bajo el más estricto de los secretos.
Es en este ámbito donde la ufología, el estudio de los No Identificados, demuestra su enorme potencialidad para aportarnos claves sobre los movimientos que no se declaran al gran público.
Así, podemos suponer que Irán esta de nuevo en el punto de mira de esa guerra secreta que no aparece en los telediarios, una guerra que probablemente lleguemos a conocer (en parte) hacia el 2055.
Son de sobra conocidas las razones que han motivado la “conquista” de la región. Las invasiones de Irak y Afganistán han servido para renovar arsenales y probar el nuevo armamento. Han sido un excelente motivo para hacer maniobras reales y, cómo no, para establecer grandes negocios: control del petróleo y des sus vías de distribución, reconstrucción de todo lo destruido y establecimiento de nuevos mercados.
Pero es quizás el control militar de la región lo que suponga una mayor ventaja. Se posibilita así el establecimiento de puntos de control para el que presumiblemente sea el gran enemigo del Tío Sam en el siglo XXI: China.
Aún así, y aunque en principio podamos pensar en Estados Unidos como responsable de los nuevos ovnis avistados en Irán, existen motivos para ser cautos a la hora de atribuir la paternidad de los Venus bailarines.
Con los medios que en ocasiones sabemos y en otras presuponemos que disponen la NSA o la NRO norteamericanas, ¿para qué unos vuelos de reconocimiento a tan baja altura? ¿Se trata realmente de conseguir información, o es una operación destinada a provocar la alarma? ¿O hay acaso alguna otra potencia interesada en saber qué se esta cociendo en Irán?
Se abren las apuestas para buscar respuestas. Aunque… esperen. Quizás nos precipitemos.
Ya verán como sale algún expertólogo hablando de Venus.