El muro de la vergüenza que dividió la ciudad de Berlín durante 28 años fue algo más que hormigón y alambradas. Aquella frontera representó la plasmación más espantosa de un régimen que quiso encerrar a sus propios ciudadanos. Algunos alemanes lograron sortear esa ratonera, aunque para ello tuvieron que excavar la tierra con sus propias manos.
En 1961 un mundo ya dividido sufrió un nuevo revés. El 13 de agosto de ese año la República Democrática Alemana (RDA) comenzó la construcción de un muro para rodear la parte occidental de la ciudad e impedir la huida masiva de ciudadanos atrapados en el estado dictatorial que, bajo la atenta mirada de Moscú, regía los destinos de los alemanes del Este.
Fueron muchos los que intentaron franquear aquel muro que dividía familias, compatriotas y que representaba la plasmación más radical y espantosa del Telón de Acero. Quienes no conocieron aquellos años difícilmente podrán imaginarse el estado de tensión permanente en el que se vivía por entonces, con la espada de Damocles de la conflagración nuclear pendiendo de un fino hilo que comenzaba a bailar ante cualquier pequeño enfrentamiento entre los dos grandes bloques.
Al menos 136 personas murieron intentando sortear el muro, algunos de ellos agonizando heridos en la llamada “franja de la muerte”, la zona adyacente al muro y atestada de alambradas, fosos y patrulleros con perros que vigilaban día y noche aquella infame estructura bautizada por las autoridades de la RDA como “muro de contención antifascista”.
Dada las estrictas medidas de seguridad que existían en la superficie, muchos alemanes del este intentaron sortear aquella ratonera por el subsuelo, utilizando para ello las cloacas, las estaciones de metro o incluso excavando túneles para llegar a la tierra prometida que brillaba al oeste. Las peculiares características del subsuelo berlinés, mayoritariamente arenoso, facilitaban la construcción de pasajes subterráneos.
“Ya en agosto de 1961 se registraron las primeras fugas a través del sistema de alcantarillado y túneles de las líneas de metro U6 y U8”, explica Silvia Brito, representante de la Asociación Berliner Unterwelten. Fundada en 1997, esta organización nació con el propósito de estudiar las estructuras subterráneas que existen bajo la capital alemana. La asociación ofrece además visitas guiadas a este fascinante mundo oculto durante años al común de los mortales.
Estaciones fantasma
Pese a que sortear el muro por la superficie parecía cosa de locos, las estrictas medidas de seguridad del muro también tenían su equivalente en el subsuelo. Las alcantarillas fueron provistas de verjas para impedir el paso de cualquier persona. Las estaciones de metro que pasaban bajo Berlín Occidental fueron cerradas y los convoyes pasaban sin detenerse en ellas. La única estación que permaneció abierta, Friedrichstrasse, fue utilizada a modo de punto fronterizo y permanecía fuertemente vigilada.
Sin embargo, algunos ciudadanos de Berlín Oriental lograron huir a través del suburbano. “La huida de los hermanos de la familia Müller, junto a sus esposas e hijos, fue absolutamente notable”, recuerda Brito. Un total de diez personas, incluidos algunos niños, lograron huir con la ayuda de un conductor de metro de la línea U8. “El maquinista detuvo su unidad entre dos estaciones del tramo correspondiente a la frontera Este-Oeste”, indica Brito. “Era consciente del elevado riesgo, pero no hizo preguntas y les ayudó a escaparse”.
Escapar por los túneles de metro era complicado y requería de la colaboración de algún funcionario, algo complicado en una Alemania Oriental literalmente infestada de agentes secretos de la temible Stasi. Por ello, intentarlo por el subsuelo parecía algo menos arriesgado. Según los datos recopilados por Berliner Unterwelten, entre 1961 y 1982 se construyeron más de 70 túneles bajo el muro de Berlín, a través de los cuales lograron escapar unos 300 ciudadanos de la RDA.
Durante las semanas que siguieron a la construcción de las primeras barreras, las oportunidades fueron mayores. En septiembre de 1961 cuatro escolares de Berlín Oriental descubrieron un canal subterráneo aún abierto en la zona limítrofe de la calle Alte Jakob Strasse. Nuestra guía bajo el mundo subterráneo berlinés nos explica que, una vez obtenida su libertad en el Berlín Occidental, los estudiantes pusieron en marcha lo que posteriormente se conocería como Operación Reisebüro (“agencia de viajes”, en alemán). “Gracias a una admirable coordinación y organización, estos estudiantes posibilitaron la fuga a cerca de 500 berlineses del Este hasta mediados de octubre de aquel año”, detalla.
Pero descubrir y utilizar un canal ya construido fue sin duda un golpe de suerte aislado. Los intentos posteriores requirieron una mayor cantidad de esfuerzo y dinero. Surgió de eta forma la figura de los Fluchthelfer, nombre con el que empezaron a ser conocidos aquellos alemanes del oeste que estaban dispuestos a correr el riesgo que suponía ayudar a escapar a sus compatriotas del este.
Se trataba de tareas que incluso en la Alemania Occidental se preparaban desde la clandestinidad. El boca a boca funcionó especialmente en las universidades del Berlín libre, pero excavar túneles requería de algo más que manos y buenas intenciones. Se necesitaba dinero. Por eso, algunos de los proyectos más elaborados recurrieron a una fuente de financiación tan insólita como efectiva: las cadenas de televisión norteamericanas. Durante el verano de 1962 los dos proyectos más importantes de huida bajo el subsuelo recurrieron a esta vía. El trato era sencillo. La televisión subvencionaba la construcción del túnel a cambio de la exclusiva.
El primer grupo estaba liderado por Fritz Wagner y Harry Seidel, pero la seguridad no era uno de sus puntos fuertes. Los servicios secretos estadounidenses tuvieron noticia del intento de fuga, como puede constatarse en una comunicación secreta del General Gerald V. Sabatino, que desclasificada el pasado 2 de mayo de 2013. La nota de inteligencia, fechada el 7 de agosto de 1962, informaba del intento de huida de unos 90 berlineses del este a través de ese túnel. “La fuente informa de que Dan Shore, comentarista de la CBS, ha tomado ya tres rollos de film en el túnel, por los cuales ha pagado a los constructores 5.000 marcos”, relata el documento.
Pero no solo los norteamericanos se habían enterado del espectacular intento de fuga. También la Stasi estaba al corriente, gracias a un topo que había logrado infiltrar en el pequeño grupo de estudiantes. La policía secreta de la RDA esperó hasta el último momento para lograr detener al máximo número de “traidores al socialismo”. La noche acordada para la fuga guardas armados esperaban a quienes esperaban huir a occidente. Hubo 37 detenidos en ese momento, pero tras los interrogatorios cayeron otras 52 personas.
El segundo intento, sin embargo, tuvo un final feliz. Liderado por los estudiantes de ingeniería Luigi Spina y Domenico Sesta, ambos italianos, su nivel de sofisticación fue impresionante. Disponía de refuerzos estructurales, ventilación, iluminación eléctrica e incluso un pequeño sistema de bombeo para evitar eventuales inundaciones.
En esta ocasión, los promotores de esta segunda vía recurrieron al corresponsal de la NBC Piers Anderton, quien les proporcionó 12.000 dólares a cambio de la exclusiva. Se necesitaron siete meses de trabajo para excavar los 135 metros del conocido como “Túnel 29”, en referencia al número de ciudadanos del este que lograron escapar durante la noche del 14 de septiembre de 1962.
Por supuesto, las cámaras de la NBC grabaron la huida. Pese a que la emisión del documental estaba prevista para octubre, el Departamento de Estado norteamericano presionó a la cadena para posponer unos meses la difusión de las imágenes, que finalmente fueron emitidas en diciembre de ese mismo año. Y es que aquel octubre estaba siendo especialmente complicado en las siempre maltrechas relaciones entre los bloques capitalista y socialista. Unos misiles dispuestos por los soviéticos en Cuba tuvieron la culpa. Durante algunas semanas, el mundo dejó de mirar a Berlín y se fijó con ansiedad en los barcos soviéticos y norteamericanos que se apostaban frente al mar Caribe. Por unas semanas, el muro que dividía a los alemanes pasó a un segundo plano. Pero esa, desde luego, es otra larga historia.
Cinco rutas para descubrir el Berlín más secreto
Desde 1999, la asociación Berliner Unterwelten ofrece visitas guiadas al interior de estructuras subterráneas de diferentes períodos de la historia alemana. Una docena de rutas temáticas, ofertadas en diez idiomas, permiten al visitante acercarse al Berlín más desconocido y aprender las lecciones que ofrece el pasado. Estas son algunas de las más interesantes:
- Bunker de la Segunda Guerra Mundial. Desde la estación de metro de Gesundbrunnen se accede a una serie de recintos que en la actualidad acogen la sede del museo “Unterwelten”, en el que puede conocerse con detalle la fascinante historia subterránea de la ciudad.
- Torre de defensa antiaérea. Situada en el parque Humboldthain, el visitante puede acceder a tres de los siete niveles de los que constaban las instalaciones militares, con puentes especiales que permiten visualizar las profundidades de la estructura.
- Refugio atómico. En la plaza Bloch puede accederse a un refugio de la Segunda Guerra Mundial que en los años 80 del siglo pasado fue reacondicionado como refugio para una eventual contienda nuclear. Estaba preparado para que en torno a 1300 personas pudieran sobrevivir durante al menos 48 horas. En la estación de Pankstrasse otro complejo más moderno podía garantizar la vida de 3.339 personas… al menos durante algunas horas.
- Gasómetro de Fichtestrasse. Construido en 1883, abasteció las farolas de Berlín durante casi medio siglo. Tras su cierre, fue reutilizado como refugio antiaéreo, y después tuvo los usos más variopintos: campamento de refugiados, cárcel de las fuerzas de ocupación aliadas, asilo para indigentes y finalmente almacén de reservas durante la Guerra Fría.
- Bunker quirófano. Desde la calle Teichstrasse puede accederse a un antiguo hospital con instalaciones especialmente adaptadas a realizar operaciones quirúrgicas de emergencia durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial.
- Túneles bajo el muro de Berlín. Como ya hemos contado, los desesperados intentos por abandonar el Berlín Oriental tuvieron su equivalente en el mundo subterráneo, ya fuera excavando espectaculares túneles o intentando sortear las férreas medidas de seguridad instaladas en torno a las estaciones de metro.
Publicado originalmente en ‘One Magazine’.